Participación de los inmigrantes en el mercado de trabajo


Es imposible pensar en los procesos migratorios sin relacionarlos con el trabajo. Tanto la búsqueda de mejores condiciones de vida, por parte de los emigrantes, como los objetivos de colonización que los nacientes estados americanos se impusieron a fines de siglo XIX y principios de siglo XX, involucraron a la actividad productiva como factor decisivo. A partir de la segunda mitad del siglo XX hasta la actualidad, las corrientes migratorias se movieron al ritmo marcado, a nivel internacional, por el afán de incorporar al mercado de trabajo, mano de obra barata y flexible en sectores específicos de la producción de bienes y servicios (Massey, 1997).

Los inmigrantes limítrofes, dentro del mercado de trabajo en relación de dependencia, ocupan mayoritariamente las siguientes ramas: construcción, servicio doméstico e industria textil. Como señala la OIT (2004) la agricultura, la construcción, la fabricación en sweatshops, el servicio doméstico, y los servicios como hotelería, gastronomía y turismo son, a nivel mundial, destino laboral de los migrantes. Vemos que estas ocupaciones son las mismas para los inmigrantes limítrofes en Argentina, y se caracterizan por bajas remuneraciones, jornadas de trabajo intensivas e informalidad de la relación laboral

Un estigma común que pesa sobre el inmigrante no europeo es que su presencia agudiza el desempleo. Sin embargo, la inmigración limítrofe no “produjo” un exceso en la oferta de mano de obra o una “competencia desleal” con el trabajador nativo, por lo que no afectó los índices de empleo. Al respecto, Silvia Montoya y Marcela Perticará (1995) han indicado, al analizar el impacto de los inmigrantes limítrofes en los niveles de desempleo en el área del Gran Buenos Aires durante el período 1990-1994, que

“de acuerdo a las tasas de crecimiento obtenidas para la población, oferta laboral y desocupados, la incidencia de los migrantes no parece ser decisiva para explicar los cambios ocurridos en el mercado laboral, específicamente, en el nivel de desempleo abierto [siendo así] fácil apreciar que la presunta contribución de los migrantes limítrofes al crecimiento en el desempleo es bastante pobre” (op. cit. , pág. 674).

No obstante, la dinámica nacional histórica de incorporación de inmigrantes latinoamericanos al mercado de trabajo (signada por la precarización de las relaciones laborales, sostenida gracias a las dificultades para la normalización documentaria en concomitancia de la prohibición de realizar tareas remunerativas impuesta a los inmigrantes “ilegales” (ley 25.871) construye un panorama en donde estos trabajadores ya tienen “predestinado” su destino laboral en actividades que reemplazan inversiones tecnológicas a través del uso intensivo de la mano de obra:
“los trabajadores migrantes se concentran en unos mercados de trabajo, calificados a veces de ´secciones de saldos´ de la mundialización. La mayoría de ellos trabajan en servicios poco calificados, en la agricultura y en las industrias de gran densidad de mano de obra (...) muchas empresas pequeñas y medianas y sectores de gran densidad de mano de obra tratan de recortar los costos laborales contratando a trabajadores migrantes, por lo que la demanda de mano de obra extranjera concuerda con la tendencia a largo plazo a una mayor informalización o degradación de unos puestos de trabajo poco calificados y mal pagos” (OIT, 2004).

De acuerdo a la teoría de los mercados laborales segmentados (Maguid, 1991; Massey, 1997) la inmigración es no sólo el resultado de factores de expulsión del país de origen sino que responde a factores de atracción ejercidos por los países receptores, básicamente a partir de una crónica necesidad de estos últimos de una oferta abundante de mano de obra barata. De esta manera, los inmigrantes son incorporados al mercado de trabajo en el sector secundario, el cual requiere de gran cantidad de mano de obra, en puestos no calificados e inestables, donde los trabajadores pueden ser despedidos a muy bajo costo, e incluso sin costo alguno.

En Argentina, la fuerza de trabajo compuesta por migrantes de origen limítrofe, que ya habían experimentado un desplazamiento de las actividades industriales entre 1980 y 1991, continúa siendo expulsada, pero con mayor intensidad a partir de la década del noventa. Así, en el período comprendido entre los años 1991 y 1996, el sector de servicios se constituye como la principal forma de inserción laboral de estos inmigrantes, particularmente en el servicio doméstico, en el comercio, restaurantes y hoteles, además de una importante participación en el sector de la construcción. A su vez, en dicho período vuelve a producirse una drástica disminución del porcentaje de trabajadores inmigrantes que puede acceder al sector industrial. Evidentemente, se reducen los espacios a los que estos trabajadores tienen acceso dentro del mercado laboral, quedando confinados a puestos caracterizados por la flexibilidad, bajas remuneraciones y precariedad de la relación laboral (Maguid, 1997).
Las tasas de desocupación, en este periodo, son menores en los inmigrantes limítrofes recientes, como también es mayor el número de sobreocupados, la enorme inestabilidad de las tareas que realizan y la mayor proporción de trabajadores sin cobertura social. Esto indica una constante en el tipo de inserción laboral, sumamente precaria, en su mayoría vinculada con contrataciones en negro y en condiciones de explotación. (Benencia y Karasik, 1995).

Como vemos, las posibilidades de inserción laboral de los migrantes limítrofes no han sido las mismas que las de los nativos. La segmentación de los mercados de trabajo los colocó en un rol complementario y no competitivo de la mano de obra local.

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